
Un legado de amor y entrega a la salud de Litueche
- Ana María Rivera fue una funcionaria dedicada a su labor y que dejó un gran legado a la salud de nuestra comuna.
Litueche, 18 de marzo de 2025 – Ana María Rivera, o simplemente “Anita” para quienes tuvieron el privilegio de conocerla, dejó una huella imborrable en la historia del Hospital de Litueche y en el corazón de su comunidad. Su dedicación, compromiso y amor por su vocación marcaron una diferencia que seguirá viva en cada rincón de la institución y en cada persona a la que tocó con su calidez y profesionalismo.
Matrona de profesión y egresada de la Universidad de Concepción, Anita dedicó más de veintiséis años de su vida al servicio de los demás, guiada siempre por su profundo sentido de humanidad y entrega. Desde su llegada en 1998, su labor incansable transformó la atención en salud, fortaleciendo la seguridad de los pacientes y contribuyendo de manera clave a la certificación y acreditación del hospital, consolidándolo como un referente en la región.
Pero más allá de los logros administrativos y asistenciales, lo que realmente definió a Anita fue su capacidad de conectar con las personas. Era la primera en tender una mano, en ofrecer una palabra de aliento y en luchar por una salud pública más justa y equitativa. Su trabajo fue clave en la implementación de programas como Chile Crece Contigo, asegurando apoyo integral a madres y niños, además de liderar iniciativas fundamentales en salud femenina y diagnósticos médicos.
Para sus compañeros, Anita no solo fue una líder, sino también una amiga entrañable. Siempre con una sonrisa, con esa energía inagotable y ese compromiso que convertía cualquier obstáculo en una oportunidad de mejora. Su oficina estaba siempre abierta para quienes la necesitaran, ya fueran pacientes o colegas que buscaban su consejo.
Anita fue una mujer de lucha, amable y optimista, perseverante y comprometida con cada persona que cruzó su camino. Su legado no se mide solo en logros profesionales, sino en el amor y respeto que sembró en su comunidad. Hoy, aunque físicamente ya no esté, su esencia seguirá presente en cada vida que tocó, en cada paciente atendido con humanidad y en cada compañero que aprendió de su ejemplo.
Recordamos con cariño y gratitud a nuestra querida Anita, cuya pasión por la salud y el bienestar de los demás nos inspira a seguir su camino. Su historia es un testimonio de que el amor por el prójimo y la vocación pueden cambiar vidas, y en su memoria, continuaremos honrando su incansable labor.